Educación en México: ¿Gastar más o invertir mejor?
En el debate de gastar o invertir en la educación de México notamos que muchos querían cambiarse al invertir, por la falta de argumentos. Mencionaron la Escuela de Graduados en Educación de Universidad de Harvard, organizó un seminario cobre los desafíos de la educación mexicana en el siglo XXI, para discutir los problemas reales de la educación en el cuál este fue un aspecto central: la educación mexicana no necesita más recursos sino una reestructuración radical de la forma en que está organizada la administración educativa y en cómo se ejerce el gasto educativo.
En las últimas dos décadas, el gasto educativo en México, ha aumentado de manera importante y consistente; sin embargo, no ha tenido un impacto directamente proporcional en la calidad de la educación, en el ingreso per cápita, en la productividad laboral o en las evaluaciones internacionales, entre otros indicadores. La consecuencia es que, está teniendo un efecto positivo para lograr una mejor educación y una menor desigualdad, y, por lo tanto, antes de gastar más habría que revisar y modificar la composición y la orientación de ese gasto en los próximos años.
Se mencionaron los avances en la educación mexicana, en el ciclo escolar 2003-2004, México gastó en educación 7.1 de PIB, lo que significa casi 2.5 puntos porcentuales más que en 1980. Destina un 19% más en términos reales al gasto educativo que en el año 2000.
El gasto que las familias dedican a la educación que era del 2% de sus gastos en 1977 ascendió al 10% en 2002. El gasto por alumno también creció 15 veces. México ocupa más de 1.6 millones de maestros, el doble que en 1980.
Gracias a ese esfuerzo combinado, los indicadores mejoraron. El promedio de escolaridad de la población de 15 años y más subió de 4.6 a 8 años, el analfabetismo bajó de 17% a 8.3%, y la eficiencia terminal aumento en primaria al 90.6% y en secundaria al 80.3%. La deserción y reprobación en primaria también disminuyeron.
El esfuerzo educativo mexicano ha dado resultados importantes sobre todo en el aspecto cuantitativo.
Sin embargo, al examinar las mediciones educativas internacionales, no se encuentran evidencias de que la mayor aplicación de recursos a la educación haya tenido una incidencia significativa sobre estas variables económicas.
El problema es complejo como para entenderlo solo a partir del gasto; incluye otros factores como la preparación de los maestros, la cuestión de los contenidos, planes y programas, los modelos educativos, los temas de equidad y calidad, y otras variables más del proceso educativo.
El pensamiento convencional en México dice que a mayor gasto, mejor educación, y la discusión tiende a centrarse solo en ese punto.
Los resultados alcanzados por los estudiantes mexicanos son tremendamente bajo. En un estudio reciente de la OCDE, entre 31 países, México ocupó el lugar número 30 en comprensión de la escritura, en matemáticas y en ciencias.
Lo que ocurre en México es que, a pesar del aumento en el gasto, la baja calidad de la educación ha sido un obstáculo al crecimiento y el producto por habitante ha permanecido prácticamente igual.
La calidad de la educación y su rentabilidad social no dependen solo del volumen del gasto que se aplica a educación. En ambos casos, una educación de calidad como un buen nivel de gasto, son condiciones necesarias pero no suficientes.
La mayor parte del presupuesto educativo, 97.2%, se va a gasto corriente en general, y, de ese porcentaje, 93.6% tan solo salarios. Esta distribución deja muy escaso margen para inversión del capital. De continuar la misma estructura de gasto, no está claro de dónde va a salir el financiamiento adicional para destinarlo por ejemplo a programas especiales de calidad, equidad y eficiencia de la educación.
La excesiva concentración del gasto educativo en el gasto corriente, reduce el margen para introducir programas que mejoren más rápidamente los niveles de eficiencia terminal, deserción y reprobación. Es indispensable corregir estas desviaciones, para lo cual se necesitará profundizar en innovaciones y programas compensatorios para los cuáles tampoco parece haber espacio presupuestal por ahora.
Otro problema que impide el ejercicio eficiente del gasto educativo tiene que ver con la subutilización de la infraestructura física y humana del sistema escolar, especialmente en las grandes zonas urbanas. A pesar de la falta de información precisa, parece ser que el despoblamiento de los centros de las ciudades, los movimientos migratorios internos y el envejecimiento de la población en las zonas céntricas, han provocado una distribución muy heterogénea de la utilización de la planta física y docente instalada, con los consecuentes costos presupuestales. Se estima que en las escuelas de esta zona podría haber hasta un 20% del personal docente que recibe un salario pero no está activo.
Otro ejemplo de desperdicio de recursos humanos y financieros se encuentra en la formación de maestros. El costo promedio de la formación de un maestro normalista de primaria y la de un egresado de primaria y secundaria era de 10 a 1 y de 6 a 1. Estas diferencias no obedecen, a que se gaste más en la formación y actualización docente, sino a la reducción de las matrículas en las normales federales llevada a cabo para regular la oferta de los futuros maestros. El problema es que en varias de estas escuelas la planta docente y administrativa se dejó casi intacta.
Los ejemplos muestran la necesidad de mejorar la microplaneación para facilitar un aprovechamiento más eficiente de esa infraestructura, incentivar la movilidad geográfica de los docentes y gastar mejor los recursos.
Hay que examinar si los maestros mexicanos están bien o mal pagados. Reciben salarios muy por encima de otros sectores; en comparaciones internacionales, obtienen una valoración social y salarial decorosa; no rinde cuentas de nada ni a nadie y su salario no tiene relación con su desempeño y por eso se ha generado un desorden salarial atroz en los estados.
El papel de la educación en el desarrollo integral y sostenido de un país es crucial. Una educación de calidad es un fin en si mismo por ser parte fundamental de los satisfactores de vida de una sociedad. Para alcanzar ese objetivo, es indispensable tener claro que la correlación entre inversión y calidad puede ser fuerte, pero no absoluta, y plantea, la necesidad no solo de invertir más sino, de invertir mejor, mejorar la gestión y optimizar los recursos adicionales.
El diseño y la ejecución del gasto educativo deben cambiar de un enfoque esencialmente económico y demográfico a otro que se mida a partir de los resultados que se pretenda alcanzar. Ya no es suficiente con plantearse los incrementos presupuestales solo a partir de los indicadores, sino que debieran ir asociados a objetivos multianuales, concretos y medibles, de calidad, eficiencia y equidad.
Una evaluación rigurosa, independiente y oportuna es crucial en el logro de objetivos educacionales de mediano y largo plazo.
Desarrollar una nueva metodología nacional, con razonable consenso, para la microplaneación regional que incluya no solo los factores cuantitativos, sino que vaya asociada a algunos elementos de calidad, eficiencia y equidad.
La anarquía salarial debe ser urgentemente corregida. Allí hay un margen presupuestal que podría ser invertido en los programas de calidad, pero solo en la medida en que se produzca una política salarial común que reconozca desde luego las disparidades regionales, pero fije criterios de convergencia que eviten la competencia perversa que hoy se da en la asignación de salarios y prestaciones al personal docente y administrativos, así como ciertas obligaciones de rendición de cuentas que compense y beneficie a los buenos maestros.
La descentralización educativa no estará completa mientras no incluya una descentralización gremial que mueva hacia los gobiernos estatales la titularidad de la relación laboral.
El papel de los gobiernos estatales es clave en la ejecución de una mejor inversión educativa. Los gobiernos federales y estatales debieran acordar anualmente la integración de una especie de bolsa o fondo presupuestal destinada a hacer inversión de capital en temas de calidad y que esté asociada a dos variables. Una es el desempeño que muestren los centros escolares de cada estado y municipio en determinados indicadores, de tal forma que sean premiados los esfuerzos, y la otra consiste en fijarles a los estados un mínimo porcentual creciente que los estados asignen de sus presupuestos a programas de calidad y eficiencia.
En lugar de transferir recursos públicos a la oferta dirigirlos a la demanda mediante un mecanismo de bonos que permitan a los padres de familia la libre elección de la escuela donde quieren que estudien sus hijos.
Conclusión
La educación debería mirarse siempre como una inversión, pero el grupo llego a la conclusión de que siempre deberá realizarse un gasto; se sabrá si fue una inversión o un gasto con el paso del tiempo, entonces como darnos cuenta si es una inversión o solo un gasto; es difícil contestar esa pregunta, lo único que podemos decir es que para realizar cualquiera de las dos, hay que pensarlo lo más detenidamente ,de esta manera podemos decir , que no solo dimos dinero por decir que lo realizamos a favor de la educación